sábado, 29 de junio de 2013

RV: FW: Cumpleaños perfecto

Para los padres de hoy y los abuelos de ayer. Retrato humorístico de los hijos y nietos. " Si los jóvenes supieran y los abuelos pudieran, cuántas cosas en familia no hicieran".

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

28921 Alcorcón

DNI 7576933C

http://miriv.blogspot.com/

 


De: Ángel Gutiérrez Sanz [mailto:aangelsanz@gmail.com]
Enviado el: sábado, 29 de junio de 2013 11:41
Para: undisclosed-recipients:
Asunto: Fwd: FW: Cumpleaños perfecto




 Esta es la sociedad que estamos creando

 
Subject: Cumpleaños perfecto


 

  

FLIZ QMPLE

Mi hija cumplía quince años y le organizamos la fiesta en un salón para que invitara a todos sus amigos. Esa noche, a medida que iban llegando, se acomodaban en el lugar asignado y enseguida abrían sus celulares y se ponían a conversar por medio de mensajes de texto, o a jugar con esos aparatitos maravillosos entre mensaje y mensaje.

 

Era muy tierno verlos concentrados cada uno en la pantalla de sus sobrios y negros aparatos, como especificaba la invitación: "Elegante sport y móviles negros"...

 

Qué grandes están todos, pensar que los conozco desde que hablaban entre ellos. Todavía les recuerdo la voz, algunos no me creen que cuando eran chicos hablaban y se miraban a los ojos. Yo no los corregía, claro, "ya van a crecer y van a aprender solos a no hablar", pensaba.

 

Cuando llegó el momento del baile, cada uno conectó los auriculares a su celular, eligió la carpeta de canciones que más le gustaba y entró a la pista. Daba la sensación de que todos estaban bailando el mismo tema. La entrada de mi hija fue apoteósica, exultante de emoción. Sus amigos se desesperaban por ser los primeros en hacerle llegar su texto de felicitaciones, moviendo a toda velocidad sus pulgares. Algunos, los más previsores, ya tenían el mensaje preparado y lo único que debían hacer era apretar "ok". El teléfono de mi hija no paraba de vibrar y como era imposible leerlos todos, guardó algunos para más tarde. Me acerqué a ella y sin darme cuenta le dije:

 

- Feliz cumpleaños, hijita.

 

Ella me miró horrorizada y se apartó de mí. Preocupado, fui tras ella y le pregunté si le pasaba algo, si había hecho algo que la incomodara. Tomó el celular y me mandó un mensaje de texto:

 

-        M kres avrgnzar frnte a ms amgs? Hcme fvor, pra q stn ls tlfnos?

 

No tuve más remedio que abrir el mío y mandarle mis felicitaciones:

 

-        prdon, fliz cmplños, hjta. T am. Papa.

 

Fue el cumpleaños perfecto. Cómo pasa el tiempo, qué viejo estoy, pensar que casi le doy un beso.

 

 

 

 

 




jueves, 27 de junio de 2013

RV: Rv: Fwd: FW: RV: Rv: Rv: Rv: RV: todos los papas

 
 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

28921 Alcorcón

DNI 7576933C

http://miriv.blogspot.com/

 


De: Gines Alcaraz [mailto:gines_alcaraz@ymail.com]
Enviado el: jueves, 27 de junio de 2013 19:03
Para: 'Miguel'
Asunto: RV: Rv: Fwd: FW: RV: Rv: Rv: Rv: RV: todos los papas

 
Don Miguel: se lo reenvio otra  vez al ver su correo de esta tarde Pero si quiere, se lo mandaré en septiembre

De: Gines Alcaraz [mailto:gines_alcaraz@ymail.com]
Enviado el: jueves, 27 de junio de 2013 14:46
Para: 'Miguel'
Asunto: RV: Rv: Fwd: FW: RV: Rv: Rv: Rv: RV: todos los papas

 


D os papas


Un cordial saludo desde Alicante, Ginés. Parece que no estais pasando mucho calor por los Madriles.
Por aquí tampoco y los heladeros y los de los bares se quejan de que no caliente más el tiempo.
 
un abrazo
 
Narciso
Asunto: Rv: Fwd: FW: RV: Rv: Rv: Rv: RV: todos los papas 



 


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 Os mando un documento histórico del Papado. Si
no lo tienes merece la pena guardarlo. Al leerlo empieza por el final, por
San Pedro. De esa manera te darás cuenta de la marcha de la Iglesia con sus
sombras y sus luces y siempre asistida por el Espíritu Santo.

Por si te sirve alguna vez.
http://pinterest.com/sietefm/los-papas-de-la-iglesia/




 

 

 

 

 

 

 


 

 

 
 
 
 

 






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SALUDOS CORDIALES

ARTURO RUIZ GRACIA
rugra34@gmail.com



sábado, 22 de junio de 2013

CRISTIANOS SIN REPAROS (libro de Rivilla)

Autor:  Don Miguel Rivilla San Martín nació en Madrid en 1931. Antiguo alumno salesiano. Se ordenó sacerdote en 1957, incardinándose en 1987 en la diócesis de Madrid. Diplomado en la Escuela Superior de San Dámaso, en Sagrada Liturgia. Ejerció diversos cargos de Párroco y Arcipreste. Desde 1981 reside en Alcorcón, donde ha sido vicario parroquial de Santa María la Blanca. Actualmente está jubilado.

Vengo siguiendo al padre Rivilla desde hace muchos años,  especialmente a través de aquel gran diario YA, recordando sus secciones de artículos,  que lo consagraron como apologeta católico,  como las de "No merece la pena" y  "Merece la pena" , cuyas síntesis eran, o son,  tener y no ser  o  pasar por la vida haciendo el bien. Esa faceta de publicista católico la ejerce notablemente en diversos medios de comunicación social. Son de recordar sus "Verdades a medias" (el sí, pero…). Buena parte  de su obra está reunida en más de 60 folletos. Ha publicado también casi una docena de libros,  cuyos sugerentes títulos podemos ver al final de este trabajo en el cuadro de libros publicados por el padre Rivilla. Todos ellos son siempre para defender valores cristianos, esclareciendo ideas. Su  norte en la vida es hacer el bien, "no acostarse una noche sin haber dejado hecha una acción buena por tu prójimo."  Y ahora  ha dado  a la imprenta el libro que aquí vamos a glosar.

Su finalidad no es crematística, solo pretende "ser útil para la reflexión y el bien espiritual de sus amigos", me dice, a lo sumo recuperar gastos, incluso acepta sellos de Correos para los envíos. Por mi parte, yo diría a modo orientativo, 12€ por libro y los folletos, que ya quedan pocos, a uno o dos €. Los pagos se pueden hacer mediante ingreso o transferencia a Miguel Rivilla San Martín, cuenta 0049 3084 211891153674 del Banco Santander. 

 

Su nuevo  libro: CRISTIANOS SIN REPAROS.

  Para mí está muy bien conseguido y lleno de actualidad. No acusa ni cansancio, ni el peso o el paso de sus años. Lo que no explica nunca es cómo distribuye su tiempo para atender tantas actividades apostólicas, además de su vida espiritual coherente, a lo que hay que sumar ahora atender el moderno ordenador y su correo electrónico.

Las más de centenar y medio de páginas de esta obra abarcan unos 150 artículos que, a grandes rasgos, exponen las verdades de la fe católica y, dando con el dedo en la llaga, recuerda las que son más olvidadas y las que requieren una gran atención de todos para pasar de "buenas personas a buenos cristianos".

Señala Rivilla que "Dios es el gran ausente" del quehacer de muchos españoles y hasta de la vida oficial del país. En esto aduce el mal sabor que produce la omisión permanente del santo nombre de Dios en el Parlamento, donde "la generalidad de los políticos (…) tratan los temas más serios e importantes, legislando incluso, como si Dios no existiera (…)".

Se abre la obra con artículos dedicados a Jesús, porque hay que "hablar de Cristo oportune et importune"; asímismo pasan por sus páginas Pablo de Tarso, que de perseguidor de Cristo se transformó en gran apóstol suyo muy "arraigado y edificado en Cristo"; San Agustín, con sus frases inmortales; la Madre Teresa, con sus recetas singulares llenas de amor y fe, o los grandes Papas como Juan Pablo II hasta el actual, Francisco, llegado cuando se cerraba el libro, que ha tejido pronto en la mente popular el "gusta lo que dice" y "sorprende lo que hace" porque está lleno de Cristo. Dedica el padre Rivilla páginas muy logradas a la Virgen María, reclamando la continuidad de la devoción mariana.

 

Otros temas que aborda Cristianos sin reparos: un enunciado breve sería dejar a medias al lector, pues se tratan tantos como los que vemos en la vida diaria; por eso creo que será mejor leer el libro y sacar cada uno las conclusiones que considere.

                               Ginés Alcaraz Garrido

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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jueves, 20 de junio de 2013

DOMINGO DÍA DEL SEÑOR

DOMINGO DÍA DEL SEÑOR

 

La mayoría de los bautizados españoles no han asumido, a juzgar por las encuestas y lo que se ve, uno de los principales deberes de su religión cristiana: "Santificarás las fiestas". El Dios de Jesús, el  "Padre nuestro", ha perdido la batalla en el corazón y en la vida de sus hijos, frente al dios pagano del consumismo. No son las iglesias, templos y parroquias los que abarrotan los hijos de Dios los días de fiesta y los domingos. Son los nuevos templos de la modernidad, Las Grandes Superficies, El Corte Inglés, Los Hipers,  Makros, Supermercados, Prycas, Continentes, Alcampo, Hipercors, etc, los que atraen masivamente e interesan a la feligresía de hoy, que aún siguen nominándose y considerándose "cristianos".

Suele ser un comportamiento irreflexivo y compulsivo, pero no exento de

responsabilidad personal y colectiva. Se presta a serias reflexiones:

 ¿Qué religión es la que profesa nuestro pueblo, que ni siquiera le impulsa a cumplir con  uno de los primeros deberes externos más claros yespecíficos?. Si se descuida la participación activa en la eucaristía dominical- "fuente y cumbre de toda vida cristiana" -¿qué cristianismo está profesando la gran mayoría de los  católicos españoles?.¿No estaremos tendiendo a hacernos una religión personal a nuestra medida?.

Seguro que no faltarán un sin fin de razones y justificaciones   personales,

familiares, laborales y sociales etc, para justificar este absentismo religioso. Todo esto, a pesar de las facilidades dadas por la Jerarquía católica, para cumplir los sábados y vísperas de festivos. Y puestos a facilitar las cosas, ¿por qué no poder acudir a la eucaristía cualquier día de la semana?. No sería correcto eludir el problema y sacar las consecuencias pertinentes. Algo muy serio e importante está fallando en nuestro catolicismo, personal y comunitario, cuando con más o menos consciencia se trivializa el mandato más claro del Decálogo y el primer precepto de la Santa Madre Iglesia. Buen tema global de catequesis para nuestros pastores y el Papa Francisco.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

 

 

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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miércoles, 5 de junio de 2013

RV: EL INFIERNO (3)

 
 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

28921 Alcorcón

DNI 7576933C

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De: Miguel [mailto:mirivmiguel@gmail.com]
Enviado el: martes, 04 de junio de 2013 23:23
Asunto: EL INFIERNO (3)

EL INFIERNO
Tomado de Manual de Teología Dogmática 

por Ludwig Ott

I. La Realidad del infierno

Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal van al infierno (de fe).

El infierno es un lugar y estado de eterna desdicha en que se hallan las almas de los réprobos. La existencia del infierno fue impugnada por diversas sectas, que suponían la total aniquilación de los impíos después de su muerte o del juicio universal. También la negaron todos los adversarios de la inmortalidad personal (materialismo).

El símbolo Quicumque confiesa: «Y los que (obraron) mal irán al fuego eterno»; Dz 40. El Papa Benedicto XII declaró en su constitución dogmática Benedictus Deus:«Según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal, inmediatamente después de la muerte, bajan al infierno, donde son atormentadas con suplicios infernales»; Dz 531 ; cf. Dz 429, 464, 693, 835, 840.

El Antiguo Testamento no habla con claridad sobre el castigo de los impíos, sino en sus libros más recientes. Según Dan 12, 2, los impíos resucitarán para «eterna vergüenza y oprobio». Según Judith 16, 20s, el Señor, el Omnipotente, tomará venganza de los enemigos de Israel y los afligirá en el día del juicio: «El Señor omnipotente los castigará en el día del juicio, dando al fuego y a los gusanos sus carnes, para que se abrasen y lo sientan para siempre»; cf. Is 66, 24. Según Sap 4, 19, los impíos «serán entre los muertos en el oprobio sempiterno», «serán sumergidos en el dolor y perecerá su memoria»cf. 3, 10; 6, 5 ss.

Jesús amenaza a los pecadores con el castigo del infierno. Le llama gehenna (Mt 5, 29 s; 10, 28; 23, 15 y 33; Mc 9, 43, 45 y 47), gehenna de fuego (Mt 5, 22; 18, 9), gehenna donde el gusano no muere ni el fuego se extingue (Mc 9, 46 s), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego inextinguible (Mt 3, 12; Mc 9, 42), horno de fuego (Mt 13,42 y 50), suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay tinieblas (Mt 8, 12; 22, 13; 25, 30), aullidos y rechinar de dientes (Mt 13, 42 y 50;24, 51 ; Lc 13, 28).

San Pablo da el siguiente testimonio: «Esos [los que no conocen a Dios ni obedecen el Evangelio] serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder» (2 Tes 1, 9; cf. Rom 2, 6-9; Heb 10, 26-31). Según Ap 21, 8, los impíos «tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre»; allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (20, 10; cf. 2 Pe 2, 6; 7).

Los Padres dan testimonio unánime de la realidad del infierno.

Según SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, todo aquel que «por su pésima doctrina corrompiere la fe de Dios por la cual fue crucificado Jesucristo, irá al fuego inextinguible, él y los que le escuchan» (Ef 16, 2).

SAN JUSTINO fundamenta el castigo del infierno en la idea de la justicia divina, la cual no deja impune a los transgresores de la ley (Apol. II 9); cf. Apol. I 8, 4; 21, 6; 28, 1; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. iv, 28, 2.

II. Naturaleza del suplicio del infierno

La escolástica distingue dos elementos en el suplicio del infierno: la pena de daño (suplicio de privación) y la pena de sentido (suplicio para los sentidos). La primera corresponde al apartamiento voluntario de Dios que se realiza por el pecado mortal; la otra, a la conversión desordenada a la criatura.

La pena de daño, que constituye propiamente la esencia del castigo del infierno, consiste en verse privado de la visión beatífica de Dios; cf. Mt 25, 41 : «¡Apartaos de mí, malditos!»; Mt 25, 12: «No os conozco»; 1 Cor 6, 9: «¿ No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?»; Lc 13, 27; 14, 24; Ap 22, 15; (San Agustín, Enchir, 112).

La pena de sentido consiste en los tormentos causados externamente por medios sensibles (es llamada también pena positiva del infierno). La Sagrada Escritura habla con frecuencia del fuego del infierno, al que son arrojados los condenados; designa al infierno como un lugar donde reinan los alaridos y el crujir de dientes... imagen del dolor y la desesperación.

El fuego del infierno fue entendido en sentido metafórico por algunos padres (como Orígenes y San Gregorio Niseno) y algunos teólogos posteriores, los cuales interpretaban la expresión «fuego» como imagen de los dolores puramente espirituales, -sobre todo, del remordimiento de la conciencia- que experimentan los condenados. El magisterio de la Iglesia no ha condenado esta sentencia, pero la mayor parte de los padres, los escolásticos y casi todos los teólogos modernos suponen la existencia de un fuego físico o agente de orden material, aunque insisten en que su naturaleza es distinta de la del fuego actual.

La acción del fuego físico sobre seres puramente espirituales la explica SANTO TOMÁS -siguiendo el ejemplo de San Agustín y San Gregorio Magno - como sujeción de los espíritus al fuego material, que es instrumento de la justicia divina. Los espíritus quedan sujetos de esta manera a la materia, no disponiendo de libre movimiento; Suppl. 70, 3.

III. Propiedades del infierno

A. Eternidad

Las penas del infierno duran toda la eternidad (dogma de fe).

El Concilio IV de Letrán (1215) declaró: «Aquellos [los réprobos] recibirán con el diablo suplicio eterno» Dz 429; cf. Dz 40, 835, 840.

La Sagrada Escritura pone a menudo de relieve la eterna duración de las penas del infierno, pues nos habla de «eterna vergüenza y confusión» (Dan 12, 2; cf. Sap. 4, 19), de «fuego eterno> (Judith 16, 21; Mt 18, 8; 25, 41;), de «suplicio eterno» (Mt 25, 46), de «ruina eterna» (2 Tes 1, 9). El epíteto «eterno» no puede entenderse en el sentido de una duración muy prolongada, pero a fin de cuentas limitada. Así lo prueban los lugares paralelos en que se habla de «fuego inextinguible» (Mt: 3, 12; Mc 9, 42) o de la «gehenna, donde el gusano no muere ni el fuego se extingue» (Mc 9,46 s), e igualmente lo evidencia la antítesis «suplicio eterno - vida eterna» en Mt 25, 46. Según Ap 14, 11 (19, 3), «el humo de su tormento [de los condenados] subirá por los siglos de los siglos», es decir, sin fin; (cf. Ap 20, 10).

La «restauración de todas las cosas», de la que se nos habla en Hechos 3, 21, no se refiere a la suerte de los condenados, sino a la renovación del mundo que tendrá lugar con la segunda venida de Cristo.

Los padres, antes de Orígenes, testimoniaron con unanimidad la eterna duración de las penas del infierno: cf. San Ignacio de Antioquía, Eph. 16, 2, San Justino,Apol. 1 28, 1 ; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. IV 28, 2; Tertuliano, De poenit. 12.

La negación de Orígenes tuvo su punto de partida en la doctrina platónica de que el fin de todo castigo es la enmienda del castigado. SAN AGUSTíN sale en defensa de la infinita duración de las penas del infierno, contra los origenistas y los «misericordiosos» que en atención a la misericordia divina enseñaban la restauración de los cristianos fallecidos en pecado mortal; cf. De civ. Dei xxi 23; Ad Orosium 6, 7; Enchir. 112.

La verdad revelada nos obliga a suponer que la voluntad de los condenados está obstinada inconmovíblemente en el mal y que por eso es incapaz de verdadera penitencia. Tal obstinación se explica por rehusar Dios, a los condenados, toda gracia para convertirse.

[¿Por qué razón las penas del infierno son eternas? 
Dice Santo Tomás: "La pena del pecado mortal es eterna, porque por él se peca contra Dios, que es infinito. Y como la pena no puede ser infinita en su intensidad, puesto que la criatura no es capaz de cualidad alguna infinita, se requiere que, por lo menos, sea de duración infinita" (45).]

B. Desigualdad

La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa (de sentido común).

Los concilios de Lyón y Florencia declararon que las almas de los condenados son afligidas con penas desiguales, Dz 464, 693. Probablemente esto no se refiere únicamente a la diferencia específica entre el castigo del solo pecado original y el castigo por pecados personales, sino que también quiere darnos a entender la diferencia gradual que hay entre los castigos que se dan por los distintos pecados personales.

Jesús amenaza a los habitantes de Corozaín y Betsaida asegurando, que por su impenitencia, han de tener un castigo mucho más severo que los habitantes de Tiro y Sidón; Mt 11, 22. Los escribas tendrán un juicio más severo; Lc 20, 47.

SAN AGUSTÍN nos enseña: «La desdicha será más soportable a unos condenados que a otros» (Enchir. III). La justicia exige que la magnitud del castigo corresponda a la gravedad de la culpa.


Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:

"Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. 

Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.

Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados".


¿COMO SE ENTIENDE LA AUSENCIA DE DIOS EN EL INFIERNO SI DIOS ESTA EN TODAS  PARTES?

El infierno no ocurre por la ausencia de Dios sino porque el hombre se autoexcluye definitivamente de la comunión con Dios. 

Dios sostiene en vida a todos los condenados. Sin Dios nada puede existir. 

Dios está en todas partes pero no es amado en todas partes. El infierno no es por ausencia de Dios sino por la falta de comunión con El.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

RV: EL INFIERNO (3)

 
 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

28921 Alcorcón

DNI 7576933C

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De: Miguel [mailto:mirivmiguel@gmail.com]
Enviado el: martes, 04 de junio de 2013 23:23
Asunto: EL INFIERNO (3)

EL INFIERNO
Tomado de Manual de Teología Dogmática 

por Ludwig Ott

I. La Realidad del infierno

Las almas de los que mueren en estado de pecado mortal van al infierno (de fe).

El infierno es un lugar y estado de eterna desdicha en que se hallan las almas de los réprobos. La existencia del infierno fue impugnada por diversas sectas, que suponían la total aniquilación de los impíos después de su muerte o del juicio universal. También la negaron todos los adversarios de la inmortalidad personal (materialismo).

El símbolo Quicumque confiesa: «Y los que (obraron) mal irán al fuego eterno»; Dz 40. El Papa Benedicto XII declaró en su constitución dogmática Benedictus Deus:«Según la común ordenación de Dios, las almas de los que mueren en pecado mortal, inmediatamente después de la muerte, bajan al infierno, donde son atormentadas con suplicios infernales»; Dz 531 ; cf. Dz 429, 464, 693, 835, 840.

El Antiguo Testamento no habla con claridad sobre el castigo de los impíos, sino en sus libros más recientes. Según Dan 12, 2, los impíos resucitarán para «eterna vergüenza y oprobio». Según Judith 16, 20s, el Señor, el Omnipotente, tomará venganza de los enemigos de Israel y los afligirá en el día del juicio: «El Señor omnipotente los castigará en el día del juicio, dando al fuego y a los gusanos sus carnes, para que se abrasen y lo sientan para siempre»; cf. Is 66, 24. Según Sap 4, 19, los impíos «serán entre los muertos en el oprobio sempiterno», «serán sumergidos en el dolor y perecerá su memoria»cf. 3, 10; 6, 5 ss.

Jesús amenaza a los pecadores con el castigo del infierno. Le llama gehenna (Mt 5, 29 s; 10, 28; 23, 15 y 33; Mc 9, 43, 45 y 47), gehenna de fuego (Mt 5, 22; 18, 9), gehenna donde el gusano no muere ni el fuego se extingue (Mc 9, 46 s), fuego eterno (Mt 25, 41), fuego inextinguible (Mt 3, 12; Mc 9, 42), horno de fuego (Mt 13,42 y 50), suplicio eterno (Mt 25, 46). Allí hay tinieblas (Mt 8, 12; 22, 13; 25, 30), aullidos y rechinar de dientes (Mt 13, 42 y 50;24, 51 ; Lc 13, 28).

San Pablo da el siguiente testimonio: «Esos [los que no conocen a Dios ni obedecen el Evangelio] serán castigados a eterna ruina, lejos de la faz del Señor y de la gloria de su poder» (2 Tes 1, 9; cf. Rom 2, 6-9; Heb 10, 26-31). Según Ap 21, 8, los impíos «tendrán su parte en el estanque que arde con fuego y azufre»; allí serán atormentados día y noche por los siglos de los siglos» (20, 10; cf. 2 Pe 2, 6; 7).

Los Padres dan testimonio unánime de la realidad del infierno.

Según SAN IGNACIO DE ANTIOQUIA, todo aquel que «por su pésima doctrina corrompiere la fe de Dios por la cual fue crucificado Jesucristo, irá al fuego inextinguible, él y los que le escuchan» (Ef 16, 2).

SAN JUSTINO fundamenta el castigo del infierno en la idea de la justicia divina, la cual no deja impune a los transgresores de la ley (Apol. II 9); cf. Apol. I 8, 4; 21, 6; 28, 1; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. iv, 28, 2.

II. Naturaleza del suplicio del infierno

La escolástica distingue dos elementos en el suplicio del infierno: la pena de daño (suplicio de privación) y la pena de sentido (suplicio para los sentidos). La primera corresponde al apartamiento voluntario de Dios que se realiza por el pecado mortal; la otra, a la conversión desordenada a la criatura.

La pena de daño, que constituye propiamente la esencia del castigo del infierno, consiste en verse privado de la visión beatífica de Dios; cf. Mt 25, 41 : «¡Apartaos de mí, malditos!»; Mt 25, 12: «No os conozco»; 1 Cor 6, 9: «¿ No sabéis que los injustos no poseerán el reino de Dios?»; Lc 13, 27; 14, 24; Ap 22, 15; (San Agustín, Enchir, 112).

La pena de sentido consiste en los tormentos causados externamente por medios sensibles (es llamada también pena positiva del infierno). La Sagrada Escritura habla con frecuencia del fuego del infierno, al que son arrojados los condenados; designa al infierno como un lugar donde reinan los alaridos y el crujir de dientes... imagen del dolor y la desesperación.

El fuego del infierno fue entendido en sentido metafórico por algunos padres (como Orígenes y San Gregorio Niseno) y algunos teólogos posteriores, los cuales interpretaban la expresión «fuego» como imagen de los dolores puramente espirituales, -sobre todo, del remordimiento de la conciencia- que experimentan los condenados. El magisterio de la Iglesia no ha condenado esta sentencia, pero la mayor parte de los padres, los escolásticos y casi todos los teólogos modernos suponen la existencia de un fuego físico o agente de orden material, aunque insisten en que su naturaleza es distinta de la del fuego actual.

La acción del fuego físico sobre seres puramente espirituales la explica SANTO TOMÁS -siguiendo el ejemplo de San Agustín y San Gregorio Magno - como sujeción de los espíritus al fuego material, que es instrumento de la justicia divina. Los espíritus quedan sujetos de esta manera a la materia, no disponiendo de libre movimiento; Suppl. 70, 3.

III. Propiedades del infierno

A. Eternidad

Las penas del infierno duran toda la eternidad (dogma de fe).

El Concilio IV de Letrán (1215) declaró: «Aquellos [los réprobos] recibirán con el diablo suplicio eterno» Dz 429; cf. Dz 40, 835, 840.

La Sagrada Escritura pone a menudo de relieve la eterna duración de las penas del infierno, pues nos habla de «eterna vergüenza y confusión» (Dan 12, 2; cf. Sap. 4, 19), de «fuego eterno> (Judith 16, 21; Mt 18, 8; 25, 41;), de «suplicio eterno» (Mt 25, 46), de «ruina eterna» (2 Tes 1, 9). El epíteto «eterno» no puede entenderse en el sentido de una duración muy prolongada, pero a fin de cuentas limitada. Así lo prueban los lugares paralelos en que se habla de «fuego inextinguible» (Mt: 3, 12; Mc 9, 42) o de la «gehenna, donde el gusano no muere ni el fuego se extingue» (Mc 9,46 s), e igualmente lo evidencia la antítesis «suplicio eterno - vida eterna» en Mt 25, 46. Según Ap 14, 11 (19, 3), «el humo de su tormento [de los condenados] subirá por los siglos de los siglos», es decir, sin fin; (cf. Ap 20, 10).

La «restauración de todas las cosas», de la que se nos habla en Hechos 3, 21, no se refiere a la suerte de los condenados, sino a la renovación del mundo que tendrá lugar con la segunda venida de Cristo.

Los padres, antes de Orígenes, testimoniaron con unanimidad la eterna duración de las penas del infierno: cf. San Ignacio de Antioquía, Eph. 16, 2, San Justino,Apol. 1 28, 1 ; Martyrium Polycarpi 2, 3; 11, 2; San Ireneo, Adv. Haer. IV 28, 2; Tertuliano, De poenit. 12.

La negación de Orígenes tuvo su punto de partida en la doctrina platónica de que el fin de todo castigo es la enmienda del castigado. SAN AGUSTíN sale en defensa de la infinita duración de las penas del infierno, contra los origenistas y los «misericordiosos» que en atención a la misericordia divina enseñaban la restauración de los cristianos fallecidos en pecado mortal; cf. De civ. Dei xxi 23; Ad Orosium 6, 7; Enchir. 112.

La verdad revelada nos obliga a suponer que la voluntad de los condenados está obstinada inconmovíblemente en el mal y que por eso es incapaz de verdadera penitencia. Tal obstinación se explica por rehusar Dios, a los condenados, toda gracia para convertirse.

[¿Por qué razón las penas del infierno son eternas? 
Dice Santo Tomás: "La pena del pecado mortal es eterna, porque por él se peca contra Dios, que es infinito. Y como la pena no puede ser infinita en su intensidad, puesto que la criatura no es capaz de cualidad alguna infinita, se requiere que, por lo menos, sea de duración infinita" (45).]

B. Desigualdad

La cuantía de la pena de cada uno de los condenados es diversa según el diverso grado de su culpa (de sentido común).

Los concilios de Lyón y Florencia declararon que las almas de los condenados son afligidas con penas desiguales, Dz 464, 693. Probablemente esto no se refiere únicamente a la diferencia específica entre el castigo del solo pecado original y el castigo por pecados personales, sino que también quiere darnos a entender la diferencia gradual que hay entre los castigos que se dan por los distintos pecados personales.

Jesús amenaza a los habitantes de Corozaín y Betsaida asegurando, que por su impenitencia, han de tener un castigo mucho más severo que los habitantes de Tiro y Sidón; Mt 11, 22. Los escribas tendrán un juicio más severo; Lc 20, 47.

SAN AGUSTÍN nos enseña: «La desdicha será más soportable a unos condenados que a otros» (Enchir. III). La justicia exige que la magnitud del castigo corresponda a la gravedad de la culpa.


Visión del infierno de Santa Faustina Kowalska, según lo escribió en su diario:

"Hoy, fui llevada por un ángel a las profundidades del infierno. Es un lugar de gran tortura; ¡qué imponentemente grande y extenso es! Los tipos de torturas que vi: la primera que constituye el infierno es la pérdida de Dios; la segunda es el eterno remordimiento de conciencia; la tercera es que la condición de uno nunca cambiará; (160) la cuarta es el fuego que penetra el alma sin destruirla; es un sufrimiento terrible, ya que es un fuego completamente espiritual, encendido por el enojo de Dios; la quinta tortura es la continua oscuridad y un terrible olor sofocante y, a pesar de la oscuridad, los demonios y las almas de los condenados se ven unos a otros y ven todo el mal, el propio y el del resto; la sexta tortura es la compañía constante de Satanás; la séptima es la horrible desesperación, el odio de Dios, las palabras viles, maldiciones y blasfemias. Éstas son las torturas sufridas por todos los condenado juntos, pero ése no es el extremo de los sufrimientos. Hay torturas especiales destinadas para las almas particulares. Éstos son los tormentos de los sentidos. Cada alma padece sufrimientos terribles e indescriptibles, relacionados con la forma en que ha pecado. Hay cavernas y hoyos de tortura donde una forma de agonía difiere de otra. Yo me habría muerto ante la visión de estas torturas si la omnipotencia de Dios no me hubiera sostenido. 

Debe el pecador saber que será torturado por toda la eternidad, en esos sentidos que suele usar para pecar. (161) Estoy escribiendo esto por orden de Dios, para que ninguna alma pueda encontrar una excusa diciendo que no hay ningún infierno, o que nadie ha estado allí, y que por lo tanto nadie puede decir cómo es. Yo, Sor Faustina, por orden de Dios, he visitado los abismos del infierno para que pudiera hablar a las almas sobre él y para testificar sobre su existencia. No puedo hablar ahora sobre él; pero he recibido una orden de Dios de dejarlo por escrito. Los demonios estaban llenos de odio hacia mí, pero tuvieron que obedecerme por orden de Dios. Lo que he escrito es una sombra pálida de las cosas que vi. Pero noté una cosa: que la mayoría de las almas que están allí son de aquéllos que descreyeron que hay un infierno. Cuando regresé, apenas podía recuperarme del miedo. ¡Cuán terriblemente sufren las almas allí! Por consiguiente, oro aun más fervorosamente por la conversión de los pecadores. Suplico continuamente por la misericordia de Dios sobre ellos.

Oh mi Jesús, preferiría estar en agonía hasta el fin del mundo, entre los mayores sufrimientos, antes que ofenderte con el menor de los pecados".


¿COMO SE ENTIENDE LA AUSENCIA DE DIOS EN EL INFIERNO SI DIOS ESTA EN TODAS  PARTES?

El infierno no ocurre por la ausencia de Dios sino porque el hombre se autoexcluye definitivamente de la comunión con Dios. 

Dios sostiene en vida a todos los condenados. Sin Dios nada puede existir. 

Dios está en todas partes pero no es amado en todas partes. El infierno no es por ausencia de Dios sino por la falta de comunión con El.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN