MARÍA NUESTRA MADRE DEL CIELO
Somos hombres hechos y derechos, curtidos por la vida. Hace tiempo que dimos de lado a aquella piedad, candor y religiosidad infantil. Caminamos ya sin andaderas y con los pies bien puestos en la tierra... Pero ahora resulta que tenemos a veces la sensación de encontrarnos solos, desamparados, huérfanos, como perdidos en este mundo inhóspito.
Volvemos nuestro rostro en demanda de socorro y... nadie nos responde. Tratamos de disimular
nuestro desconcierto y solo palpamos de mil modos el vacío de nuestras vidas...: pero, allí, en el fondo del alma, anhelamos, como los pequeños, la presencia de la madre... La de la tierra, hace años que nos dejó. La del cielo, casi, casi, la hemos dado de lado nosotros, con autosuficiencia y nuestros afanes materialistas.
Alguien o algo, quizá, nos recordará aquella letra del canto del 'Salve Madre', que con tanto fervor y entusiasmo cantamos antaño. ¿La recordáis? "Mientras mi vida alentare, todo mi amor para ti: mas, si mi amor te olvidare, Madre mía: Madre mía, tú no te olvides de mi." Al leer estas sencillas líneas, sin pretensión alguna de reproche, recordamos, amigos, que no es verdad que estamos solos en la vida. Tenemos una Madre, María, la Santísima Virgen, la Madre de Dios, que está día noche velando par nosotros. Que nos está aguardando con los brazos abiertos,
porque una madre no se cansa de esperar. Acudamos con fe y confianza de niños pequeños, en este mes de mayo, a María y experimentaremos que a pesar de nuestros olvidos, de nuestras incoherencias, de nuestros yerros, obstinaciones y pecados, tenemos todavía una madre, la del cielo, que sabrá llevarnos de la mano a Jesús, su hijo y hermano nuestro, meta de la vida.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN
