lunes, 2 de diciembre de 2013

ENTRE LA MISERICORDIA Y EL JUICIO DE DIOS

ENTRE LA MISERICORDIA Y EL JUICIO DE DIOS

 

Todos cuantos caminamos en este mundo, nos hallamos situados entre la misericordia infinita de Dios, y el juicio definitivo. Por un momento breve de tiempo- la vida que nos resta- somos libres de acogernos a su misericordia que nos llama  insistentemente a conversión; o seguir aferrados al propio yo,  dando la espalda a Dios y haciendo caso omiso a su santa ley. Las llamadas del Señor son insistentes y apremiantes. Nos habla a todos  por medio de su Palabra, de la propia conciencia y de los eventos de la vida presente. El juicio personal se tendrá al morir. De él dependerá nuestra suerte eterna. El libre albedrío entra aquí en juego en cada decisión tomada para el bien o para el mal. Ningún negocio más importante que el que nos espera. No se trata de vivir angustiados o deprimidos, sino de vivir haciendo el bien, rechazar el mal y rectificar los errores cometidos.

La imagen de un Dios como un anciano bonachón y complaciente, indiferente al comportamiento de sus criaturas, no refleja lo que de él dice la Sgda Escritura. He aquí, sin ir más lejos, cómo se expresa el apóstol Pedro en una de sus dos cartas. "Si Dios no perdonó a los ángeles que pecaron, sino que arrojándolos al infierno los entregó a prisiones de oscuridad, para ser reservados al juicio; sino perdonó al mundo antiguo, sino que guardó a Noé, pregonero de  justicia, con otras siete personas, trayendo el diluvio sobre el mundo de los impíos; y si condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente,  y libró al justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados (porque este justo, que moraba entre ellos, afligía cada día su alma justa, viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos),  sabe el Señor librar de tentación a los piadosos, y reservar a los injustos para ser castigados en el día del juicio;  y mayormente a aquellos que, siguiendo la carne, andan  en concupiscencia e inmundicia, y desprecian el señorío".

Es suficiente esta sola cita para que cada persona siga el consejo paulino: "Cada uno actúe con temor y temblor su propia salvación" o la del Evangelio: "Cada uno dará cuenta a Dios de sí mismo". MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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