martes, 9 de junio de 2015

OLVIDO DE DIOS

OLVIDO DE DIOS

Es muy propio de humanos comentar la realidad, tantas veces sangrante y desagradable, que nos

rodea, sin pararse a indagar el origen de lo que acaece a nuestro lado. Se lamentan los efectos y no se buscan las causas del mal, presente en los individuos, en las familias, en la sociedad y en el mundo entero. Corremos el riesgo de irnos insensibilizando poco a poco, ante la avalancha de sucesos tremendos y escalofriantes, de los que tenemos inmediato conocimiento. Tal vez, por un momento, hieren nuestra sensibilidad, pero al rato, los olvidamos, tras conocer otros nuevos, no menos impactantes.

Vivimos instalados en la vorágine de la información acelerada y apenas nos queda tiempo para la reflexión personal o colectiva. Sin darnos cuenta, nos convertimos en seres superficiales, a quienes resbalan los hechos más crueles y tremendos. Una tras otra, las noticias nos asaltan en cascada incontenible, sin dejar en nosotros la menor huella. Estamos ya curados de todos los espantos. Pocas cosas - ¡si hay alguna! -nos llegan a conmover profundamente. No son pocos los que sólo buscan en la realidad sangrante que acontece, su ración de morbo, sin pararse a reflexionar ni plantearse un por qué. De vez en cuando, el editorial de algún diario, la charla de un sociólogo o el comentario de un intelectual, analizan la realidad y nos sitúan en la etiología (estudio de las causas) del acontecer diario. Está bien, pero no es suficiente. Se echa de menos, sobre todo, la reflexión de "hombres de Dios" (profetas, santos, sacerdotes, etc.) Que hagan despertar del letargo a los demás, e inciten a elevar la mirada de los hombres, por encima de sus cabezas, hacia la trascendencia de sus actos y de sus vidas. MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

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