viernes, 3 de marzo de 2017

JOSÉ PADRE LEGAL DE JESÚS

JOSÉ PADRE LEGAL DE JESÚS

Para cualquier persona de fe que se acerca al Evangelio con respeto y curiosidad, resulta desconcertante el proceder de Dios en la obra de redención. Una constante del obrar divino es el valerse, casi siempre, de

medios y personas poco importantes a los ojos de los hombres. Dios actúa desde la pobreza, la sencillez y la humildad. El acontecimiento más relevante de la Historia ha sido la encarnación del Verbo de Dios. Y a tal fin, se valió de dos criaturas: María y José. Socialmente, contaban bien poco: pasaron desapercibidos para casi todo el mundo. Escogidos por Dios, y gracias a ello, se realizó en plenitud el designio divino. Toda la grandeza de este matrimonio radica en la cercanía y fidelidad a Dios, y en el cabal cumplimiento de la misión que se les encomendó. María sería la Madre de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. José  su esposo legal y el padre nutricio del Niño-Dios.

La Iglesia celebra la festividad y gloria de este hombre humilde, sencillo y pobre. Nada sabemos de él, excepto que fue esposo de María, y que fue un “hombre justo” (Mt. 1,19). Ni una palabra suya aparece en el Evangelio. La misión para la que fue escogido por Dios: dar cobertura legal, alimento y protección a María y a su divino hijo. Los apuntes biográficos sobre José, anecdóticos, nada añaden a la personalidad del justo José. Y es que Dios valora a las personas de muy distinto modo que los humanos: “No se fija en las apariencias, sino en lo que hay en el corazón de cada uno”. Basta y sobra con decir que fue un varón “justo”. Justo en cuanto “persona grata a Dios y fiel cumplidor de su voluntad”. Aquí radica la verdadera grandeza de José, a quien bien podíamos llamar y denominar “el antidivo”. La Iglesia nos propone como referente válido para todos los hombres, creyentes o no, a José. Su figura está de plena actualidad. Entre los creyentes, son muchos los que piensan que para ser santos y agradar a Dios, se precisa  hacer grandes cosas. De igual modo, la mayoría de los humanos sueñan empresas arduas y llamativas para destacar en la

vida. Nada más lejos de la realidad. Las grandes gestas de la humanidad han tenido por protagonistas a personas anónimas. El soldado desconocido de todas las batallas, o el sencillo cristiano de a pie... Sus nombres no se encuentran en parte alguna. Ni en libros de la historia ni en atractivas biografías. Lo cierto es que ninguno ha sobrado en su divino designio.

Todos tenemos una misión personal e insustituible que realizar en la vida. Si ante los hombres se vive sin pena ni gloria, no es así ante Dios, quien “conoce y llama a cada estrella por su nombre” según la Biblia y que, con más razón, conoce y ama a cada ser humano por ser todos hijos suyos adoptivos.

Ante el ejemplo admirable de vida oculta y sencilla que nos da José, el esposo de María, el padre legal de Jesús y el carpintero de Nazaret, que todos cobremos ánimos para hacer lo mejor que podamos y sepamos la tarea que se nos ha encomendado en la vida. Nada más y nada menos. Merece la pena.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN. D.N.I. 7576933C  S.Bernardo 101   28015 MADRID