domingo, 13 de enero de 2013

DE SENECTUTE MEA

DE  SENECTUTE  MEA

En breve cumpliré  82 años. Mi mente, al presente, funciona bien; mi cuerpo se va desmoronando imparablemente. No me gusta contar ni  oír los achaques y limitaciones propias de todos los mayores. Vivo de propina.  Hace  algún tiempo que estrené, casi inconscientemente, el tramo final de mi existencia. Después de la operación, a vida o muerte, a que me sometieron  tras el infarto,  percibí  que viviría ya  el resto de mi vida, por gracia del cielo, de propina. Así lo siento y por ello doy continuas gracias a Dios.

El pensamiento de la muerte - de mi muerte-  empezó a rondarme con entera  naturalidad en  mi mente, sin angustia ni tristeza. La fe firme en la persona, en la palabra y en la promesa de Jesús ("Yo soy la resurrección y la vida; quien cree en Mí, aunque muera, vivirá para siempre") ha sido la frase evangélica que me ha dado mayor confianza y paz, al paso del tiempo y de los años. He puesto mi vida en manos de la Providencia y en su  divina misericordia. Sigo saboreando, día a día, el gozo  de vivir. Cómo, dónde y el tiempo que Dios quiera. Estoy en sus manos. El es mi Padre, y acepto todo lo que él mejor disponga. Vivir el presente por Dios y para Dios, es mi mayor anhelo. Ni el pasado ni el futuro están a mi alcance. Mejor en manos de Dios, que en ningunas otras.

La primera vez que me dí cuenta que ya era una persona mayor, fue cuando me ofrecieron el asiento viajando en el metro. El bajar escalones en mi físico y en lo intelectual, poco a poco e imparablemente,  no ha sido traumático para mí. Lo asumí con naturalidad y saboreando lo novedoso de cada etapa de mi vida. La vejez, la senectud, la decrepitud y la muerte son fases del ciclo vital humano, que hay que asumir para no avinagrarse ni hacer la vida difícil a las personas que tratas o con las que convives.  Es ley de vida para todos, y ningún viviente escapa a esta inexorable ley. La vida humana comienza en la gestación. Siguen las etapas del nacimiento, de la infancia, de la niñez, adolescencia, juventud, adultez, madurez, vejez, decrepitud y muerte física, portadora de vida eterna, por la desintegración de la persona. El cuerpo se corrompe, pero el alma, al ser espiritual, tiene un destino eterno y perdurará siempre, esperando la resurrección de los muertos.

Hermanos míos creyentes, dad gracias por la fe y esperanza que tenéis: Lo mejor está aún por llegar. La muerte no es el final del camino terrenal, sino el inicio de la vida feliz y eterna –la misma vida de Dios- que su Hijo Jesucristo nos prometió y mereció con su muerte y resurrección. El proyecto de Dios es maravilloso y todos estamos llamados a participar como hijos adoptivos suyos en su misma vida. Esta es la gran noticia del Evangelio. Esta es la fe de la Iglesia que nos gloriamos de profesar como cristianos. ¡¡Aleluya¡¡ .   MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

28921 Alcorcón

DNI 7576933C

http://miriv.blogspot.com/