GOZAR DE PLENA SALUD.
¡Qué fácil resulta a la mayoría de la gente, cuando está sana, decir a los enfermos lo que deben hacer o evitar para ponerse bien¡. Tal actitud está bastante generalizada. Ya en la antigüedad, el gran orador y escritor Cicerón la dejó plasmada en esta sentencia latina: "Omnes cum valemus, recta consilia aegrotis damus" o lo que es lo mismo, dejemos en paz a los enfermos, pues les sobran los consejos de su médico y especialista. Nadie más debería inmiscuirse. El refrán castellano lo expresa de otro modo, con otras palabras no menos significativas: "Consejos vendo y para mí no tengo".
En buena lógica, lo anteriormente dicho en el aspecto físico o corporal, debe aplicarse a lo espiritual. Por supuesto, que hay muchísimos más enfermos de alma- aunque no se vea- que de cuerpo. Para que cualquier enfermo-no se sienta desahuciado- y vuelva a disfrutar de plena salud espiritual, debe acudir al único médico que lo sabe y lo puede todo: Jesús. Él proclamó y nos fiamos de su palabra todos los cristianos: "He venido a buscar no a los sanos, sino a los enfermos. Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré. No deseo la muerte del pecador, sino que se convierta y sea feliz". Esto es lo que la Iglesia católica y sus sacerdotes en 21 siglos, en su nombre y con su poder, viene anunciando y ejerciendo en el bendito sacramento del perdón. Quien lo experimenta-todos somos pecadores- no queda defraudado.
MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.