miércoles, 13 de noviembre de 2013

LAS FUERZAS DEL MAL

LAS FUERZAS DEL MAL

El panorama que ofrece el mundo actual, bajo la óptica de la fe cristiana, es tremendamente opaco y preocupante. Parece que todas las fuerzas del mal están desatadas para arrastrar a la perdición eterna, a gran parte de esta pobre humanidad, que camina inconsciente y alienada lejos de Dios. No sólo se ha perdido el sentido del pecado en frase certera del Papa Pío XII, sino, lo que es más lamentable, hoy proliferan en todos los ambientes, los que hacen el mal y luego lo justifican como bien y viceversa. La ofuscación de las conciencias es algo tremendo.

 

Vivimos en un mundo materializado, donde están en baja los valores cristianos y trascendentes y han ocupado su lugar la idolatría del dinero, la búsqueda desenfrenada del placer y el ansia irrefrenable del consumismo. Encontrar a Dios, fuente del bien, paz y felicidad para todo hombre, en este ambiente de corrupción generalizada, es tarea más que difícil, por no decir casi imposible para el pobre pecador, perdido en la jungla del error y del confusionismo.

 

Es verdad, que en todas épocas de la historia, se han dado situaciones de pecado - alejamiento de Dios-; pero nunca como ahora, el pueblo cristiano había llegado a tal grado de confusionismo en sus ideas y actitudes, merced a los sonados escándalos de inmoralidad y amoralidad, aireados a los cuatro vientos por los medios de comunicación social, tanto de los de arriba como de los de abajo de nuestra sociedad.

 

Sólo hay una solución y una luz de esperanza, en esta caótica situación en que viven inmersos tantos pobres hermanos nuestros: Es la de la predicación "oportune et importune" de la Palabra de Dios. Las escucha atenta y reflexiva de la misma, junto con la oración al Padre Dios, bueno y  compasivo, por su Hijo Jesucristo, en unión del Espíritu Santo y bajo la intercesión de la Sma. Virgen, auxilio de

los cristianos, será la tabla de salvación para esta pobre humanidad, que camina inconsciente a su propia perdición.

 

Termino con el solemne conjuro que el apóstol S. Pablo escribió en su carta a su discípulo Tito (cap. 4.1-5): "Te conjuro en nombre de Dios y de Cristo Jesús que ha de venir a juzgar a vivos y muertos, por su Manifestación y por su Reino: "Proclama la Palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, amenaza, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la sana doctrina, sino que arrastrados por sus pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades: apartarán sus oídos de la verdad y se volverán a las fábulas"   MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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