jueves, 8 de diciembre de 2016

ESPAÑA PAÍS DE MISIÓN

ESPAÑA PAÍS DE MISIÓN

La preocupación principal del Papa y de los pastores de la Iglesia católica debe ser el mantener vivo e íntegro en el pueblo de Dios, el depósito de la fe trasmitido por los apóstoles y llevar esa misma fe a la vida de los fieles. Este es su deber principal, del  cual deberán dar estrecha cuenta un día a Jesucristo, Pastor universal, que les confió alimentar y conservar la vida de su grey.

Ahora bien, no se puede ocultar por más tiempo, ni tratar de maquillar la realidad, en el aspecto religioso, por la que está atravesando el pueblo de Dios, en gran parte de nuestra patria.

De nada serviría pretender ignorarla metiendo la cabeza bajo el ala, ponerse una venda en los ojos o mirar para otro lado, cuando salta a la vista el deterioro creciente y progresivo de gran parte del tejido familiar y social de nuestros fieles católicos.

Nuestra sociedad actual española ha perdido gran parte de sus valores religiosos tradicionales y se ha secularizado a ojos vistas.

 

No es exagerado apuntar que tiene más de pagana y materialista, que de cristiana.

No me baso, al hacer esta aseveración en encuestas o estudios sociológicos precisos. Lo hago desde mi condición de cristiano de a pie y como sacerdote en contacto con la realidad de la gente. Como simple observador, más bien crítico, del entorno que se nos ofrece a todos y a través de los medios de comunicación social.

Si en pocas palabras hubiese que dar el diagnóstico de la situación actual religiosa de los españoles, bien podría ser el siguiente: Hemos pasado en pocos años y casi sin darnos cuenta, de una sociedad de tradición católica y cristiana  (del nacional catolicismo), a una sociedad casi pagana, fruto de una imparable desacralización, propiciada por el liberalismo, comunismo, consumismo y también por las corrientes

ideológicas desatadas por un post-concilio mal entendido, mal aplicado y peor  digerido. Hemos pasado, sin apenas solución de continuidad al secularismo; de éste, al agnosticismo, para desembocar  en un paganismo práctico, con un relativismo y un indiferentismo generalizado.

 

Si por cristiano se entiende el seguimiento e identificación con Cristo, en los juicios, palabras y comportamiento de la vida, los españoles dejamos muchísimo que desear y estamos bastante distantes de nuestro único referente, en lo personal, en lo familiar y en lo social. Difícilmente se podría decir, sin faltar a la verdad, que la nuestra es una sociedad “cristiana”. Es cierto que aún, más del 70 % de españoles están bautizados. Pero en una gran mayoría, todo queda en eso.

 

Tanto o más es cierto -nos guste o no- la realidad del dicho de Azaña de que “España ha dejado de ser católica”. Si por católica se entiende la adhesión afectiva, efectiva, cordial y práctica a la persona y magisterio del Papa, reconocido como Vicario de Cristo en la tierra, no es menos cierto, que bastantes sectores de la sociedad española no están en comunión ni en sintonía con el Papa.

Y esto a pesar del entusiasmo que han producido algunos gestos llamativos del  papa Francisco.

 

La actual sociedad española, en grandes líneas, es una sociedad mayoritariamente

“bautizada”; de nombre y gestos “cristianos”; de poca conciencia “católica”; medianamente “practicante”; de escasos “comprometidos”; de muy pocos “vocacionados”. De una gran masa con religiosidad popular, muchos pasotas, la mayoría, buena gente, sin que falten bastantes agnósticos - ateos y no digamos del incontable número de  indiferentes. En una palabra, tenemos aún, una gran masa de gente bautizada,  que está sin evangelizar y sin convertir. El panorama es  parecido al de las misiones, con el agravante de estar ya de vuelta y  vacunados contra la influencia religiosa fundamental. Problema gravísimo el de la ideología de género, de consecuencias inmensas para el futuro de todos los españoles.

 

Esta situación se percibe claramente hoy desde la base, donde cada sacerdote se mueve en su tarea cotidiana. Se cae el alma a los pies al comprobar el grado supino de ignorancia religiosa en lo fundamental, que tienen la mayoría de los que vienen a  pedir algún servicio a la Iglesia, especialmente jóvenes.

Jesucristo es casi totalmente ignorado, tanto su persona, como su Evangelio. Muy pocos son los que confiesan y creen claramente que es “el Hijo de Dios hecho hombre”. Muchos lo consideran al mismo nivel de Buda, Mahoma, Gandhi u otro

fundador de religiones.

 

Sobre la Iglesia, la ignorancia, los prejuicios y la desafección, son enormes. Se palpa en la pastoral prematrimonial. Ni creen, ni entienden lo que es la Iglesia, ni el

papel del Papa y sacerdotes en la misma. No se sienten parte de una comunidad, a pesar de su bautismo y Primera Comunión, que gran parte recibieron de pequeños. Y con este grado de ignorancia -¡buen terreno para las sectas!- vienen algunos a querer casarse por la Iglesia.

Sin cargar las tintas sobre el tema, y remitiendo el problema a los señores obispos, a los pastores responsables y especialistas en la Iglesia, más sabios y santos que este viejo cura de pueblo, cabría decir abiertamente que España es hoy país de misión

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN

D.N.I. 7576933C

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