LA PREGUNTA MÁS INQUIETANTE.
A lo largo de la vida, toda persona reflexiva y en pleno uso de razón, se habrá ocupado y preocupado de tener respuesta satisfactoria a la pregunta más importante y acuciante de su vida : "¿Y después de esto ¿qué?.¿Hay algo tras mi muerte?". Los cristianos, por el don de la fe, infundida por Dios en el bautismo, creemos la respuesta dada por Jesús (Dios hecho hombre) en el Evangelio: "Todo el que cree en Mi, aunque muera vivirá y quien cree en Mí, no morirá para siempre". Jamás de los jamases, se oyó tan inaudito mensaje. Sin fe esto es un sinsentido o un absurdo. Para otros, de fe débil, les inquieta saber cómo será esto posible y realizable.
En una carta (epístola) de S. Pablo tenemos la respuesta que trascribo literalmente: "Lo que tú siembras no recibe vida, si antes no muere. Y al sembrar, no siembras lo mismo que va a brotar después, sino un simple grano de trigo, por ejemplo o de otra planta. Igual pasa en la resurrección de los muertos. Se siembra lo corruptible, resucita incorruptible; se siembra lo miserable, resucita glorioso; se siembra lo débil, resucita fuerte; se siembra un cuerpo animal, resucita cuerpo espiritual" (1 Cor 15,35-37). Esta es la fe de todos los cristianos, que durante siglos ha venido proclamando la Iglesia y por la cual han muerto violentamente. millares de mártires de toda condición.
Si alguien duda aún, no hay otra salida que pedir luz –rezar- con humildad y constancia al único que la puede dar: El Señor Jesús. "Él se proclamó luz del mundo. Quien le sigue no anda en tinieblas". Pues eso.
