viernes, 10 de agosto de 2012

LA VIDA SIN DIOS, UN CAOS

LA  VIDA  SIN  DIOS,  UN  CAOS

Hay una tendencia progresista de arrinconar a Dios de todos los ámbitos de la vida humana. No hay lugar para Dios, para su santa Ley, para los valores espirituales y trascendentes que propugna la Iglesia católica y hasta los signos religiosos. Como si Dios fuera un estorbo al progreso humano. Se trata, ni más ni menos, de que la persona viva, crezca y "se realice" sin referente alguno a Dios. Otro tanto se pretende con la familia, las instituciones, las leyes, la política, la sociedad, la nación, los organismos internacionales (laicismo).

Este es el proyecto prioritario de la masonería, de sus adláteres y corifeos..De un modo oculto y larvado unas veces,o descarado y directo otras, los intentos diabólicos no cesan

para arrancar del corazón del hombre todo vínculo con la divinidad, de la criatura con su Creador.

El arrinconar y suplantar a Dios de la vida humana produce un vacío tan grande que nada ni nadie puede llenar. Tal postura conduce, inexorablemente, al ateísmo, al nihilismo, al panteísmo, al relativismo y al indiferentismo. Al vacío existencial.

El puesto debido a Dios, principio y fin de todo, autor de la vida y la naturaleza, es ocupado por el hombre. He aquí la raíz de todos los males que nos aquejan como personas y como colectividad. La vida sin Dios es un caos. Esta es la suprema y definitiva lección que Juan Pablo II nos dejó en su vida y en su muerte.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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