miércoles, 15 de agosto de 2012

VIVIR EN PECADO MORTAL

VIVIR  EN  PECADO  MORTAL

Nadie en su sano juicio, por desesperado que esté, se jugaría su vida presente al albur de la ruleta rusa. Las consecuencias de su decisión podrían ser mortales. Ahora bien  lo que es más difícil de entender, en el plano espiritual, es que haya personas que se jueguen su suerte eterna, viviendo habitualmente en pecado mortal.

Según la moral católica, pecado mortal es la ofensa o transgresión libre y voluntaria (conocimiento + voluntar) contra cualquier mandamientos del Decálogo, en materia grave. Como caminantes que somos, todos tropezamos y caemos en la marcha hacia Dios. Lo terrible y peligroso es permanecer tiempo y tiempo en estado  de ruptura con Dios, al mismo borde del precipicio.

A veces por un placer efímero -un plato de lentejas- el pecador vende sus derechos de hijo de Dios, pierde la paz de su alma y malogra su legítimo deseo de felicidad aquí en la tierra y en el más allá. Una experiencia universal es comprobar que sin la amistad con Dios, nadie puede ser ni sentirse feliz. Las situaciones de infidelidad y adulterio dentro del matrimonio, las faltas de respeto al propio cuerpo y al de los demás, el no perdonar y guardar odio al que nos hizo mal, así como los malos deseos, mentir, perjurar, robar, blasfemar, drogarse etc..son vías sin salida, que solo se curan con la confesión, el dolor y el propósito de enmienda.

Vanas son las disculpas que el pecador pone para no arrepentirse del mal que hace. No valen ante Dios, las justificaciones de que otros lo hacen, de que el mal era apetecible o de que uno no puede evitar las ocasiones de pecar. Nadie sin esfuerzo (ayuno, oración y sacramentos) ha conseguido, por sus propias fuerzas, salir del pozo del pecado. Sólo una confianza ciega en la misericordia de Cristo y la ayuda de María la Virgen, le darán la fuerza necesaria para recuperar la paz y la amistad divina que perdió con el pecado.

No hay otra alternativa:  O volvernos a Dios o sentirnos solos y perdidos en la sima del pecado mortal. Cada uno -mientras vive- es libre y responsable de su suerte eterna.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.  

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

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