jueves, 3 de mayo de 2012

MATAR EL TIEMPO

MATAR  EL TIEMPO

Pocas expresiones tan desafortunadas como la que a veces se oye en boca de algunas personas, quienes  al encontrártelas y saludarlas, contestan: "Ya ves, fulano, aquí me tienes matando el tiempo". Esta frase irreflexiva encierra a veces, la triste situación de quienes no tienen horizonte alguno en sus vidas y se dedican a "suicidarse".

Duro es decirlo, pero es así. Vida y tiempo son la misma realidad.  La vida que Dios nos da al nacer, es el don más valioso que tenemos. Este regalo es único, personal, caduco e intransferible. Nada se le puede comparar. Se vive una sola vez y hay que aprovechar el tiempo. Cuando se nos acabe el tiempo, se nos acabará la vida. No hay vuelta de hoja.

 

Dios da la vida a cada persona con un fin concreto: Su realización humana, terrena y trascendente. Concisa y bellamente lo decía el viejo catecismo:"El fin del hombre es conocer, amar y servir a Dios en esta vida y gozar de él en la eterna". Quien vive y muere de espaldas a Dios, frustra para siempre su personal realización. Quien malgasta, derrocha o mata el tiempo, se va suicidando, al tirar un capital irrecuperable. Algo que muy pocos piensan-( los mayores sí que lo pensamos )- pero que muchos lo soslayan.

Si la vida presente no es otra cosa que la sucesión de instantes continuados de segundos, minutos, horas, días y años irrepetibles, la persona sensata la aprovechará con avidez  para lograr su propia realización.

Lector amigo he aquí el consejo de un octogenario que te deja en el tramo final de su vida: Aprovecha bien  el resto de tu vida-viviendo en el amor a Dios y al prójimo – y por favor, no te "suicides". No seas tonto.  

MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN.