lunes, 30 de abril de 2012

CONTAGIO JUVENIL

 

CONTAGIO  JUVENIL

Todos los humanos somos vulnerables y potenciales víctimas de los males físicos como morales que nos acechan  De modo especial los adolescentes y jóvenes, dada su escasa experiencia vital, son más expuestos en pagar un alto precio por su inmunidad o salud física como moral y espiritual. No trato ahora de los contagios para el cuerpo, sino del alma y del espíritu que contagian a la adolescencia y juventud cristianas, a modo de epidemia. Parto de un hecho constatado y bastante generalizado.

En muchas parroquias, grupos, asociaciones y movimientos eclesiales, se percibe un bajo índice de presencia, compromiso y  de perseverancia de savia joven y renovadora. Son mayores y de la 3ª edad, las personas  integrantes de estos grupos y asociaciones.  

Se pueden aducir multitud de causas –¡vean los pastoralistas, sicólogos y sicólogos¡- para  explicar esta realidad que preocupa a la Iglesia y responsables de la misma. Sin juventud no hay futuro, sin excluir a congregaciones y órdenes religiosas. La pregunta clave que todos se hacen es:¿Qué está pasando, a qué se debe este fenómeno y cual es el remedio de esta situación casi general?.

Sin pretensiones de entendido en la materia, pero sí de observador de la realidad, apunto lo siguiente: Los adolescentes y jóvenes que han pasado por la Iglesia, tras la primera y a veces última comunión, así como los confirmados en su fe, por otro sacramento, pasan sin vacunarse debidamente, a ambientes sociales donde no encuentran apenas  modelos de identificación cristiana. Ni en las familias, ni en la sociedad, ni en los adultos y mucho menos, en los de su edad. El ambiente puede más que todas las prevenciones. El materialismo, consumismo, hedonismo y egoísmo, les arrastra a abandonar  las armas de todo cristiano: la oración, la Palabra de Dios y los sacramentos, en especial de la eucaristía y de la confesión. En una palabra, se hallan solos y con sus pocas fuerzas, arrastrados por un torrente  desatado de indiferencia religiosa y de compañías poco recomendables. Si a esto añadimos la falta de voluntad y las pasiones de la carne, el resultado no puede ser otro que ir a la deriva en su relación con la Iglesia y con Dios. Ambos quedan en la penumbra del olvido o cuando lo necesiten por un apuro. Si es que aún queda algo de la fe recibida.

No todo es negro en esta edad. La luz de la esperanza radica  en encontrar e integrarse en un grupo cristiano; la devoción a la Santísima Virgen resumida en sencillas prácticas de devoción; el ejemplo y referente de sacerdotes y catequistas que les quieran, orienten en la vida de fe y caridad y les alienten a superar las pruebas de esta edad de transición hasta su madurez. Encontrar la pareja adecuada, es un don de Dios que todo joven debe pedir a diario a Dios. Quien la encuentra, encuentra un tesoro y quizás la salvación para esta vida y para la otra. No es cuestión de suerte, sino de confianza ciega en quien todo lo sabe, todo lo puede y nos ama y ha amado con un amor infinito. Dios nuestro Padre.

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN.