jueves, 12 de abril de 2012

PRIMERAS COMUNIONES.

PRIMERAS COMUNIONES.

Estamos en Pascua, tiempo propio para celebraciones de los sacramentos de la Iglesia, con la participación, en casi todos los sitios, de personas que se sienten cristianos. Haré unas breves reflexiones para ayudar que tales celebraciones sean no solo dignas, alegres y  familiares, sino sobre todo, expresión coherente de la fe que todo cristiano debe tener.  

Nada, absolutamente nada más santo, sagrado e importante tiene la Iglesia de Cristo, que el "Santísimo" sacramento del altar, misa o eucaristía, pues en este sacramento se nos da no solo la gracia divina, sino al mismo autor de la gracia, Jesucristo N.S. quien como testamento suyo, nos mandó "hacer esto en conmemoración suya".  

En la mente y recuerdo de todos está presente lo que con frecuencia sucede en estos actos litúrgicos-¡deberían ser los más sagrados¡- en muchas de nuestras iglesias. ¿Quién o quiénes cobran conciencia del lugar sagrado; de la presencia del Señor sacramentado; de formar parte de una comunidad de fe cristiana; del ejemplo que deben dar los adultos y padres, que acompañan a los niños en "el acto más importante de sus vidas"?. Confesemos  con pesar que, en general,  lo que priva en estas celebraciones son muchos factores mundanos y sociales, que distraen la atención de los niños y mayores sobre lo más importante, como las fotos, la vestimenta,  los regalos,  el  folclore eclesial,  el comportamiento de los presentes, como si  estuviesen en un mercado o en la calle?.

Basta una celebración mal realizada para echar por tierra, años,  esfuerzos y sacrificios de los catequistas dedicados a la formación cristiana de los niños. Nada digamos del contenido-más que discutible-  que a veces se da por improvisados catequistas a los niños, en el tiempo de su preparación y asistencia a las catequesis, prescritas por el obispo del lugar. Habrá que concluir denunciando estos y otros modos no cristianos,  ya que la coherencia entre lo que se cree, se vive y se celebra, brilla por su ausencia.  Toda esta parafernalia impropia y omnipresente en tantas ocasiones, está pidiendo a voces se ponga pronto y saludable remedio por quien o quienes corresponda.

No es de extrañar que para muchos niños y familias que participan  en tales funciones, con escasa fe, sin el deseado espíritu religioso- sí mundano y hasta folclórico-  como si de una fiesta social se tratara, sea la 1ª y última comunión de sus vidas. Muestra clara y palpable de una más de tantas incoherencias en los que nos llamamos cristianos. De todos depende, máxime de los pastores responsables, corregir tales incoherencias.   

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN. Alcorcón. DNI 7576933c