miércoles, 18 de abril de 2012

PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

PERDONA NUESTRAS OFENSAS COMO TAMBIÉN NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN

En esta 5ª petición de la oración que nos dejó Jesús, está la clave de una de las mayores exigencias de la fe cristiana.

El ser discípulo de Jesús es mucho más que estar bautizado, cumplir unas normas externas como ayunos, peregrinaciones, etc, sino sobretodo tener un corazón limpio de odios, rencores, venganzas y lleno de amor y perdón para con el que nos ha ofendido.

Pero no queda todo en eso solo de perdonar, sino que el cristianismo va más allá y exige según la Palabra de Jesús –"amar a vuestros enemigos, devolver bien por mal según el Padre del cielo, que hace llover y salir el sol, sobre los que le bendicen y sobre los que le maldicen".

Sólo quien ha pasado por esta prueba, podrá comprender la radicalidad de tal exigencia que para los hombres " es imposible; pero no para Dios que todo lo puede". Ejemplos heroicos se han dado a lo largo de los siglos, además de Jesús, muerto en la cruz, no solo perdonando, sino "disculpando a sus verdugos", sino en santos probados duramente como S. Esteban, Sta. Francisca Fremiol de Chantal, P, Pío de Pietralcina, S.Juan Bosco Y es que el amor es la piedra de toque para acrisolar, a la luz de la Palabra de Dios, quién es auténtico cristiano y quién está lejos de serlo.

Tajante, exigente y radical se muestra la Palabra divina, cuando dice: "Si al ir a presentar tu ofrenda ante el altar, te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí mismo tu ofrenda y vete primero a reconciliar con tu hermano".

Nada de esto puede hacer el hombre sin la ayuda extraordinaria de Dios y su gracia, que hay que pedírsela día tras día, en una oración de fe, para que Él nos dé un corazón nuevo y grande para amar, como el suyo.

Me atrevo a decir, que es aquí donde se dan las más altas cuotas de incoherencia, de sacrilegios y de graves pecados en tantos y tantos bautizados, que se acercan a comulgar y a otros sacramentos, sin haber purificado su corazón, lleno de odio para los que les ofendieron. Estos tales emplean las mismas palabras de Jesús para su propia condenación, pues bien claro queda que "con la misma medida que medimos a los demás, seréis medidos".

 MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN