miércoles, 4 de abril de 2012

SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN

SACRAMENTO DE LA CONFESIÓN

Es una de las prácticas más recomendadas por la Iglesia para prepararse a la celebración de la Pascua.

Este sacramento, instituido por Cristo (Jn 20,22-24), ha recibido diversos nombres: penitencia, confesión, sacramento de la reconciliación... La Iglesia insta para que todos sus hijos, al menos una vez al año, accedan a este sacramento. Las personas mayores recordamos las colas interminables que antaño se formaban en las iglesias para confesarse y "cumplir por Pascua". Hoy se puede afirmar que este sacramento se ha devaluado en casi todas partes. En general, se confiesa mucho menos que antes.

No creo que esto obedezca simplemente a falta de fe. Son muchas las causas que han puesto en crisis la práctica de este sacramento. Me llevaría largo y tendido enunciarlas y analizarlas detalladamente. De hecho se ha obrado, para bien o para mal - ¡es muy difícil evaluarlo!- un notable cambio y renovación en la práctica de este sacramento, sobre todo después del Vaticano II. Día vendrá en que los pastores y la jerarquía de la Iglesia se planteen con toda seriedad y detenimiento este problema, que afecta a casi toda la Iglesia, y nos den las orientaciones oportunas.

A mi modo de ver, subyacen aquí serios problemas teológicos y pastorales, como pueden ser, entre otros,

el concepto de pecado, diversas formas de reconciliación, situaciones personales cambiantes, etc. Hay que tener en cuenta que una cosa es el sacramento de la penitencia y otra cosa el perdón de los pecados. Éste, según enseña el credo en uno de sus artículos de fe, es una realidad en la Iglesia, que se obtiene gracias a la fe y a la conversión.

El sacramento es la expresión simbólica y celebrativa del perdón de los pecados y de la conversión. A lo largo de los siglos la Iglesia ha ido adoptando diversas formas cambiantes en la administración y celebración de este sacramento. Así, durante siglos, el sacramento de la penitencia fue considerado como un medio extraordinario del perdón de los pecados, cuando se concedía una vez en la vida  en peligro inminente de muerte. Es decir, las formas externas del sacramento han cambiado en el pasado y con toda seguridad cambiarán en el futuro.

Por efecto de una catequesis o praxis defectuosas, muchos fieles hacían consistir este sacramento en una detallada acusación de todos sus pecados (confesión autoacusadora o autojustificativa), que para muchos era un verdadero tormento, descuidando otros requisitos esenciales, como la conversión del corazón y el arrepentimiento. La confesión de los pecados, sin más, no tiene ninguna consistencia sacramental. Gracias cumplidas tendríamos que dar  los creyentes a Dios por la tabla de salvación y santificación que nos da en

este sacramento, no siempre debidamente apreciado.

 

Hoy en día, cuando vemos las consultas de los psicólogos y hasta los platós de televisión, llenos de gente necesitada de volcar fuera su interioridad, pagando por ello o desnudándose sin ningún pudor ante la audiencia, siempre ávida de morbos, los creyentes no deberíamos tener ningún reparo en acudir a los ministros de la Iglesia para reconciliarnos con nuestro Padre Dios. Él nos sigue esperando con los brazos abiertos para brindarnos generosamente una y mil veces, su paz y su perdón. Merece la pena

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

 

 

MIGUEL RIVILLA SAN MARTIN

Apartado 108

28921 Alcorcón

DNI 7576933C

http://miriv.blogspot.com/