jueves, 19 de abril de 2012

LA HUMILLACIÓN DE UN REY

LA  HUMILLACIÓN   DE  UN  REY

En las apreciaciones y valoraciones de las personas, casi todos los humanos vivimos a merced de las emociones y sentimientos. Muy pocos sobre la base de lo real y objetivo.

Ha bastado un simple gesto del monarca español, olvidado de su condición regia,  en actitud de humildad, reconociendo sus fallos y pidiendo perdón por sus errores, para que en un concierto de unanimidades, se haya exaltado su misión, su persona, su obra y su proceder en y por todos los medios, concitando el afecto y gratitud generalizados de lo que es y supone su real existencia para el bien común de España.    

Una vez más, en el presente caso, se ha cumplido lo de "quien se humilla será exaltado" así como que "el pedir perdón abre las puertas del corazón". Nada que objetar al elogio unánime de este gesto tan insólito y "único en la Historia" de todo un rey, rebajándose al nivel humano de cualquiera de sus súbditos.

A la luz de este histórico evento y meditando sobre él, hago pública mi reflexión. Desde mi condición de creyente y cristiano, me quedo un tanto perplejo y desilusionado, al ver la actitud de frialdad, de indiferencia y de rechazo de gran parte de los que se llaman seguidores, no de un Rey temporal, sino del Rey de Reyes, nuestro Señor Jesucristo.

¿Qué es y qué significa el misterio principal de la fe cristiana, la encarnación del Hijo de Dios, humillándose hasta el infinito, por demostrarnos con hechos y no con palabras, la locura incomprensible de amor del único Dios, hacia todos y cada uno de los seres  humanos por Él creados y redimidos?.

Por muchas vueltas que demos, jamás llegaremos a comprender la humillación del Hijo de Dios, naciendo como el más pobre de los pobres, siendo perseguido desde la cuna, viviendo como emigrante en país extranjero, careciendo de lujos y riquezas en Nazaret, poniéndose a la cola para ser bautizado en el Jordán, no teniendo dónde reclinar su cabeza, incomprendido por los suyos, perseguido por las autoridades judías, condenado injustamente, padeciendo una pasión y muerte horrorosas, perdonando y disculpando a sus verdugos y muriendo solo en la cruz con los pecados de todos. Este es Jesús, el Rey de Reyes; esta es la historia de un hombre único; muerto por los pecados de  todos y esta es la fe de millones de seguidores suyos que confían ciegamente en Él, en sus palabras, en sus promesas y en su resurrección de entre los muertos…

 

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación dar gracias a Dios por las maravillas que ha hecho, hace y sigue haciendo en favor de todos los hombres- sin excepción alguna- y de quienes, hasta el presente, en general, no ha recibido sino frialdad, ingratitud, desamor y ofensas de toda clase. ¿Hasta cuándo?.  

MIGUEL RIVILLA SAN MARTÍN.